Necio. Sin despedidas. Incapaz de transitar con éxito las horas profanas, muto de nuevo en mi propio contrabando de celestiales neurosis y calambres, llevando ese lastre hacia fondeaderos recóndtos. Me aligero y parto, sin más, hilando estelas mohínas de recontrasurcadas malas costumbres. Viejos embustes de lugares que ya no importan.