jueves, 21 de julio de 2011
Criaderos de cerebros colapsados. Clamando por la revuelta de nuestros egoísmos quietos.
Bajando cuerda vencida; cuerda rota y derrota tras derrota. Revoluciones amortizadas de conspiraditos del tedio. Mientras todo se consume en velas encendidas, a su querida presencia. Con el tambor vacío y bien empavonado, los comandantes de la frustracìón sueñan. Con sus nuevas banderas de siempre, con sus uniformes y sus partidos al medio. Comen por separado y quieren defecar en la unidad. Todos traidores menos ellos y sus madres. Todos pequeños y burgueses para su talle y su clase. Y por ahí te abrazan. Por ahí te saltan al cuello. Equilibristas impolutos. Imponen su elevada horizontalidad en rancias recetas verdes. Pastillas para dormir. Lagrimones geriatricos y oscuridad, a duras penas. Asamblea de tres. Y a eso le llaman siniestra. Mejor consíganse una virgencita y recen. Es casi lo mismo que hacer su revolución.
Bajando cuerda vencida; cuerda rota y derrota tras derrota. Revoluciones amortizadas de conspiraditos del tedio. Mientras todo se consume en velas encendidas, a su querida presencia. Con el tambor vacío y bien empavonado, los comandantes de la frustracìón sueñan. Con sus nuevas banderas de siempre, con sus uniformes y sus partidos al medio. Comen por separado y quieren defecar en la unidad. Todos traidores menos ellos y sus madres. Todos pequeños y burgueses para su talle y su clase. Y por ahí te abrazan. Por ahí te saltan al cuello. Equilibristas impolutos. Imponen su elevada horizontalidad en rancias recetas verdes. Pastillas para dormir. Lagrimones geriatricos y oscuridad, a duras penas. Asamblea de tres. Y a eso le llaman siniestra. Mejor consíganse una virgencita y recen. Es casi lo mismo que hacer su revolución.
miércoles, 20 de julio de 2011
Alevoso caudillaje, experto en subterfugios, en augurios persuasivos, defecciones sin remedio.
Implorando el sapo y la culebra de tus mejores enemigos; gargajo de piadosa impunidad, desiderata estéril de la conciencia, señor en su señorío, con la mira apuntando al olvido, obediente.
Ornato al viento de las apariencias, reverenda nada, mal encadenada al ayer.
Implorando el sapo y la culebra de tus mejores enemigos; gargajo de piadosa impunidad, desiderata estéril de la conciencia, señor en su señorío, con la mira apuntando al olvido, obediente.
Ornato al viento de las apariencias, reverenda nada, mal encadenada al ayer.
miércoles, 13 de julio de 2011
Arrastra la plaga la mar encendida. Sus crías avanzan rabiosas. Arrasan bocados de sal de la tierra. Mastican inmundas, conflagran, digieren. Escupen progreso y prosiguen su paso en rumiantes ensueños, prisiones de amor afilado a la piedra. Relamen entonces los bordes de nuevo, lisonjas sangradas por siglos y ciclos de intrusos temores. Rituales marcianos de trigo en fermento. Mareo de espadas fundidas con niño sosiego; mañana y pasado de más de lo mismo. De más de los mismos. Sus miles maneras de ser miserables.
domingo, 10 de julio de 2011
La multitud lo envuelve en soledades. Hatos más o menos absurdos de palabras ceñidas, abrazadas a un desdolor en compulsa. Verbos que se van por el aire, absueltos de elegancia y de espontaneidad, cuando no bobaliconamente. Ansias colectivas de onanismo gutural que hablan a las claras de cómo son los tiempos y de la pérdida de tiempos que vendrán, esperando siempre claridades que no son las de siempre. Dispuesto entonces a quemar las hojas de ruta de la usanza, se dispone a rematar los pasos tambaleantes que lo separan de su lecho sin depender más nunca de los mapas trazados por sus miedos; insanos ventanales de apatía, balcones de perpetuidades dolientes, confines del suelo que lo esperan, allá abajo, ansiosos de acallar sus bemoles.
viernes, 8 de julio de 2011
miércoles, 6 de julio de 2011
Palabra que los bozales acamalan. Voz muerta, panóptico popular de cada día. Timbre que se pavonea prócer, amansando el verbo arrepentido de las masas. Espolvoreando la culpa impalpable sobre este pan para unos pocos, los que comen en silencio conformismo a perpetuidad. Elucubrando desde siempre mentiras consensuadas, apalabrando abracadabras convenientes.
Su lugar es el esfínter, la ilógica razón de la codicia. Desde allí se enuncia inmundamente, se legisla este estreñimiento. Donde los dioses de compraventa se ajustan hoy el correaje, proclamando sin vergüenza su infinita prevaricación.
Su lugar es el esfínter, la ilógica razón de la codicia. Desde allí se enuncia inmundamente, se legisla este estreñimiento. Donde los dioses de compraventa se ajustan hoy el correaje, proclamando sin vergüenza su infinita prevaricación.
martes, 5 de julio de 2011
Me gusta evocar la palabra cuando es justa. Retrotraerme a la lánguida paz que me produce una verdad ya enunciada, sin ambages ni medias tintas. Me gusta pedirte siempre explicaciones, cuando el poder se embandera en vos, cuando me es esquiva tu respuesta, cuando la provocación de tu soberbia ineluctable encallece mis dedos de tanto golpear teclados en sonatas estériles.
Me gusta reconocer que evocar me gusta. Aunque sea a la pasada lo dejo escrito, no tan valiente como para entrar en los decires palabreros de la verdad explícita, que ya no importan tanto en definitiva, porque no harían nada más que entreverar lo que siempre es entrevero. No hacen falta entrevistas para entrever lo que a la distancia vos sabés que prefiguro.
Me gusta acogerme a esa distancia para decir verdades cuando son así, tan necesarias y urgentes. La verdad es una elección ya hecha; decisión tomada es, y lo demás es una enorme trinchera para la que hace falta algo de tiempo, un poquito más de espera en tu tropiezo.
Me gusta recordarte al grito desde acá -que es la distancia mínima que nos permite el mundo- para que tuerzas la cara y veas que todavía estoy, que me paseo tras tus alambradas, que me ladro con tus perros.
Y que sigo acá porque me gusta y que acá me quedo. Que no me voy a ningún lado. Decidido a verte tambalear, a dar el empujoncito para tu caída inevitable.
Me gusta reconocer que evocar me gusta. Aunque sea a la pasada lo dejo escrito, no tan valiente como para entrar en los decires palabreros de la verdad explícita, que ya no importan tanto en definitiva, porque no harían nada más que entreverar lo que siempre es entrevero. No hacen falta entrevistas para entrever lo que a la distancia vos sabés que prefiguro.
Me gusta acogerme a esa distancia para decir verdades cuando son así, tan necesarias y urgentes. La verdad es una elección ya hecha; decisión tomada es, y lo demás es una enorme trinchera para la que hace falta algo de tiempo, un poquito más de espera en tu tropiezo.
Me gusta recordarte al grito desde acá -que es la distancia mínima que nos permite el mundo- para que tuerzas la cara y veas que todavía estoy, que me paseo tras tus alambradas, que me ladro con tus perros.
Y que sigo acá porque me gusta y que acá me quedo. Que no me voy a ningún lado. Decidido a verte tambalear, a dar el empujoncito para tu caída inevitable.
lunes, 4 de julio de 2011
Desvencijada de andar haciéndose la muy lozana. Con sus vetas reforzadas del alma en sentido contrario, la mesa todavía cree que logra un perfecto equilibrio de fuerzas. Su compensada madera se resiente no obstante, sin aviso de nada que ponga en ciernes la nobleza que esconde su apariencia. Que haga presentir el estrépito de que se partirá en dos como un corazón podrido al medio.
Mal dado el golpe a la letra y la palabra que se frustra y se hunde sin remedio cuando ya despuntaba su divino significado. A de Angustia, D de Dios. Adiós al alma queda trunca. La mesa y su amnesia, indiferente a los pretéritos preferidos y tildes del tiempo que la golpearon con furia, rompe y desgarra esa suerte de aserrín del final para morir así, astillada entre los caballetes, quebrantada por traqueteos de frases desatinos que también echan a fondo copa, vino y tallarines con tuco.
Mal dado el golpe a la letra y la palabra que se frustra y se hunde sin remedio cuando ya despuntaba su divino significado. A de Angustia, D de Dios. Adiós al alma queda trunca. La mesa y su amnesia, indiferente a los pretéritos preferidos y tildes del tiempo que la golpearon con furia, rompe y desgarra esa suerte de aserrín del final para morir así, astillada entre los caballetes, quebrantada por traqueteos de frases desatinos que también echan a fondo copa, vino y tallarines con tuco.
domingo, 3 de julio de 2011
Diecisiete moscas sacras, en revuelo, han tomado la habitación. Enmoscada súbita, planificada al detalle por Dios en cretino panteísmo. Ahora dominan la astronomía de este espacio y estallan en murmullos multiplicados; insisten en catequizarme entre succiones y veloces oraciones inconexas de ala tierna. Montadas en incesantes cópulas, las unas en las otras, arcángeles zumbadoras de miles de ojos rojos revoloteando en mi falta de fe.
sábado, 2 de julio de 2011
viernes, 1 de julio de 2011
Cuesta desprenderse del vacío. Cuesta vencer la horrorosa sensación que sobreviene al asumir que nunca se podrá tomar distancia del vacío, llenarlo con otra cosa. No hay quien logre asimilar esa experiencia, aprender de ella antes de que aparezca un nuevo y desmemoriado vacío para suplir al anterior. Quienes ignoran porqué el corazón les late tan pero tan vacío, o el paladar les trae ese deseo exquisito de la vacuidad cada dos por tres -placer mórbido e instintivo que siempre insiste en volver- tampoco saben que se han hecho acreedores al vacío a perpetuidad, ya sea por derecho, ya sea por opción. Aunque la mayoría de las veces regresarán a él con la íntima y culposa certeza de que no hay nada, además de vacío, acechando en los fueyes de todo y cada bandoneón.
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