Alevoso caudillaje, experto en subterfugios, en augurios persuasivos, defecciones sin remedio.
Implorando el sapo y la culebra de tus mejores enemigos; gargajo de piadosa impunidad, desiderata estéril de la conciencia, señor en su señorío, con la mira apuntando al olvido, obediente.
Ornato al viento de las apariencias, reverenda nada, mal encadenada al ayer.
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