miércoles, 13 de julio de 2011
Arrastra la plaga la mar encendida. Sus crías avanzan rabiosas. Arrasan bocados de sal de la tierra. Mastican inmundas, conflagran, digieren. Escupen progreso y prosiguen su paso en rumiantes ensueños, prisiones de amor afilado a la piedra. Relamen entonces los bordes de nuevo, lisonjas sangradas por siglos y ciclos de intrusos temores. Rituales marcianos de trigo en fermento. Mareo de espadas fundidas con niño sosiego; mañana y pasado de más de lo mismo. De más de los mismos. Sus miles maneras de ser miserables.
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